miércoles, 23 de abril de 2008

Espeso ChOcOlate IV

Raúl había llegado a Tell el-Amarna. En las ruinas que aún se conservan en la ciudad de Akhenatón se dibujan las tres calles principales trazadas paralelas al Nilo dividiendo la ciudad en tres sectores. De norte a sur y de sur a norte. Aquellas tres calles marcaban en tiempos pasados la parte de la ciudad destinada a los templos, la dedicada a la administración y las familias ricas y en una tercera parte, la más alejada donde vivían los artesanos. Era la lógica en toda su esencia plasmada en un terreno arenoso hoy pero fértil y lleno de vida en época de Akhenatón. Un rey obsesionado con las formas perfectas, como las que dibujaban el cuerpo femenino.

- Las formas femeninas.


Su obsesión por Akhenatón hacía que todo lo que llegara a sus manos quisiera datarlo en aquella época para estudiar al rey que más admiraba de la historia del Antiguo Egipto, pero también por ello, porque se conocía a si mismo, buscaba signos que separaran cada objeto de estudio de la estirpe de Akhenatón. No obstante, Ariadna le había pedido que investigara sobre las técnicas de momificación en Amarna y eso haría. Para ello, decidió comenzar sus estudios por los restos de la tumba de Ay donde se encuentra el gran himno a Atón y también lo que para los antiguos egipcios significaba para fase de la momificación, como paso previo a la siguiente vida después de la muerte. Raúl necesitaba además que Ariadna continuara con sus estudios sobre la momia, había que pasarla por rayos o si no era el cuerpo entero, algo extraído de él.


En Londres parecía que las cosas se habían formalizado después del altercado de los días anteriores en la sala donde se encontraba la momia. John vigilaba gran parte del día la única entrada de aquella sala y cuando no estaba él dejaba en el cargo a su más fiel vigilante. Así todo, Ariadna había decidido dejar pistas que mostrasen la presencia de alguien en la sala durante su ausencia para asegurarse que la vigilancia era segura.


Siguiendo las directrices de Raúl, una vez más había intentado sacar el cuerpo momificado para someterlo a los rayos X. Era la única forma de saber con certeza el sexo del cuerpo. Aquella decisión iba en contra de la opinión de la dirección del museo, o más bien de las órdenes que había dejado el director en su marcha y hasta su vuelta sería imposible hacer cambiar la opinión los trabajadores. Los intentos de Ariadna no caían en vano y cada vez que intentaba mover el cuerpo del museo un trabajador diferente le decía la misma negativa, pero cada vez sonaba menos convincente. ¿Por qué no podía sacar el cuerpo del museo? Y de ser así, la solución era fácil, que permitiesen la entrada del equipo de rayos en la sala del museo y hacer allí la sesión, pero tampoco les valía.


Por otro lado, tampoco en la biblioteca pública había referencias sobre los dibujos en las momias, por muchos papiros que mirara y revisara. Un día, en la entrada de la biblioteca el destino obligó a Ariadna a hablar con Ben. El tropezón entre los dos jóvenes fue tan fuerte que Ben acabó en el suelo y doliéndose de un brazo. El diagnóstico: fractura múltiple en el brazo izquierdo. En el momento de la caída de Ben en el interior de Ariadna se desató un tornado de sentimientos. La frustración por no tener acceso a ningún dato que le facilitada descubrir la identidad de su momia, vergüenza por haber hecho a Ben caer al suelo con su consecuente fractura de brazo; y arrepentimiento por no haber prestado más atención a aquel inglés que se escapaba de la regla de oro que etiquetaba a todos los británicos como personas sosas, insensibles y ridículas. Como buen caballero, Ben supo contener su dolor para quitarle importancia a la situación y calmar a la joven española.
- Ahora no me puedes exigir un buen chocolate. Con el brazo escayolado, ¿cómo voy a conseguir la textura adecuada para tu chocolate?
Aquella indiferencia en el joven provocó una sonrisa en el rostro de Ariadna que por un momento pareció iluminarse después de tanto tiempo sumergida en sus pensamientos y estudios.
- Así eres más bonita.
- Perdona por todo. Y...sé que no te lo he dicho porque siempre me cuesta decir cosas bonitas, pero ya has conseguido la textura adecuada para el chocolate. Estoy demasiado metida por mis estudios y eso hace que parezca una persona distante, pero no soy así, los españoles no somos así.
- Lo sé, mi tía me lo dice - Ben hablaba intentando esconder una sonrisa escuchando las disculpas de Ariadna, al final iba a parecer que la joven además de atractiva era simpática y agradable. - Puede que yo te pueda ayudar en tus estudios - continuó él.
- ¿Ayudarme? Eso es imposible. Necesito que un compañero que está en Egipto me facilite los resultados de unas investigaciones que le encargué.
- Me ha dicho mi tía que tu principal problema era que no te dejaban analizar la momia bajo rayos X.
La cara de sorpresa de Ariadna hizo reaccionar rápidamente a Ben.
- Lo sé. Mi tía habla mucho, pero es una buena mujer, no lo hace con mal sentido. En serio te digo que te puedo ayudar. Tengo a una muy buena amiga que trabaja en el hospital universitario y allí van muchos científicos a examinar por rayos diferentes objetos para conocer su antigüedad, ¿por qué no ibas a poder ir tú con algún extracto de tu momia?
Ahí estaba la primera puerta que se abría. Sin quererlo el destino la obligaba a hablar con Ben por algo, él tenía el acceso para conocer un poco más de su momia, e incluso su identidad. Lo único que necesitaba era un pelo, un pequeño trozo de piel, una uña. Algo. No era por ser egocéntrica ni creída pero sabía que aquel chico la ayudaría con tal de escuchar unas palabras de agradecimiento a su chocolate.
Aquel día pasó sin saber nada más de su momia, o eso pensaba Ariadna de camino a casa de la señora Mirley y después de acompañar a Ben hasta su cafetería. No había alcanzado la enorme sombra que proyectaba el BigBen cuando su teléfono sonó tan inesperadamente que hizo reaccionar el corazón de la joven con un palpito más fuerte de lo habitual.
Las palabras de Raúl no traían muy buenas noticias. En Tell el-Amarna no había ningún indicio de plantas ni flores dibujadas en las vendas de las momias, ni siquiera el texto de la tumba de Ay hacía referencia a símbolos o dibujos en los cuerpos momificados como símbolo de identidad o profesión. Sin embargo, algo había hecho viajar hasta la ciudad de Akhenatón al responsable de antigüedades egipcias del Cairo, Gereh Fathi, y allí había charlado con su hombre.
Raúl trabajaba de arqueólogo en el museo del Cairo para Fathi. Su labor allí era datar todos los objetos que llegaban, pese a llegar ya con una completa ficha desde cada excavación. De este modo, Raúl había aprendido mucho más de las tradiciones y vida de los antiguos habitantes de aquel país que en todos los años pasados en la universidad. Desde su llega a El Cairo, Gereh Fathi le había ayudado mucho en todo lo relacionado con su trabajo y formación, pero también en lo personal. Él le había acogido en su casa en su llegada, y lo trataba como a un hijo más de su familia. Le había enseñado hablar el idioma y hasta la jerga de la calle, gracias a él Raúl había aprendido a amar las tradiciones del pueblo egipcio, aunque no las practicara. Y si estaba ayudando a Ariadna en aquella misión era porque Gereh Fathi le había recomendado a él y eso sólo beneficiaría la carrera del arqueólogo español. Todo ello hacían de Fathi un hombre respetable y en el que Raúl confiaba plenamente.
Las palabras de Raúl a través del teléfono sonaban tan convincentes que Ariadna no se atrevió a debatirle ninguna teoría. El arqueólogo le anunciaba que iba camino de Alejandría donde podía encontrar textos valiosos para su investigación en algunos documentos que se habían rescatado de la antigüedad, evidentemente porque no formaban parte del depósito de la biblioteca cuando ésta de incendió. Además, Fathi, que estaba al corriente de cada paso que daban los dos jóvenes españoles, aseguró a Raúl que en Tell el-Amarna ya estaba todo descubierto y estudiado, por lo que esa momia no debería pertenecer a aquella estirpe hereje. Y en cuanto a los dibujos en las vendas, el responsable de antigüedades se inclinaba más por que fueran un símbolo de identidad de alguna mujer dedicada a los cuidados estéticos de una señora de buena casa. Cuando se embalsamaba un cuerpo, se intentaba que con él pasara a la otra vida todo aquello que en la vida terrenal había hecho feliz a aquella persona, y por ello en cada momia se encuentran objetos tan diferentes según la profesión o aficiones que había tenido la persona embalsamada.
¿De Alejandría? Eso situaba al cuerpo a una época mucho más próxima a nuestro tiempo de lo que podían reflejar las vendas que la cubrían. Pero por otro lado, la perfección en las formas de cruzar los vendajes procedía en su parte de la época Ptolemaica, y eso los situaba en Alejandría. Así todo, Ariadna no sentía plena seguridad en las palabras de Raúl que sí parecía convencido de que se habían equivocado de camino en su primera decisión. En cuanto tuviera algo nuevo la llamaría. Por su parte, Ariadna se acostó grabando en su mente las tareas a realizar el día siguiente. La primera de ellas extraer algo de la momia, y la segunda ir a visitar a Ben y de paso que le pusiera en contacto con su amiga para acercar a rayos algo de la momia.

2 Comments:

Asmahan Medinet® said...

¿Qué revelará el estudio con Rayos x?

ARSINOE said...

El giro de que nuestra momia pueda pertencer a una mujer dedicada a los cuidados estéticos no me lo esperaba..
¿Tal vez la esteticista de una reina..? Pero entonces lo de la postura de los brazos me despista..
Sabes mantener la intriga, je, je.