sábado, 22 de marzo de 2008

La sombra de KeopS

Una música suave entraba por uno de los balcones de palacio. El pequeño Khufu dormía junto a su padre, el faraón Senefru, mientras las largas y casi transparentes telas de lino que colgaban de lo más alto del techo cubriendo los ventanales a forma de cortina bailaban al son del revoltoso aire de la noche.


- "Los dioses bailan, Khufu. Despierta en este festín celestial y toca las estrellas del cielo. Ellas te regalarán su brillo. Adóralas, son las guías de tu destino".

Como un eco lejano la voz se repetía en los sueños del pequeño príncipe que intentaba brillar en la colosal sombra que proyectaba su padre en Egipto. Lejos veía aquellas severas discusiones en el salón del trono, las procesiones y adoraciones en el interior de los templos, pero las voces de las estrellas retumbaban cada noche en su cabeza, como trazando las normas de un futuro. Su madre, la reina Hetepheres I lo cuidaba como a un pequeño tesoro. Siempre pendiente de que no le pasara nada al heredero del trono de Egipto, la reina transmitía a su hijo todos los valores que un buen faraón debía garantizar a su pueblo para dotarle de prosperidad. Pero el joven Khufu atendía más a los mensajes que le llegaban de extraños destinos y emisores que al buen hacer del pueblo egipcio.


Y fueron esos mismos mensajes los que a una edad ya avanzada para la época en la que le había tocado vivir, mostraron con claridad el camino que debía seguir. Khufu nunca se olvidaría de aquella revelación de las estrellas cuando su padre aún agonizaba en su lecho de muerte. Él sería el siguiente a ocupar el trono de Egipto, sin duda, y debería superar la figura que había representado su predecesor, el faraón Senefru, el mismo que tras cruzar la gran puerta le guiaría como hacían desde su temprana infancia el resto de faraones que habían gobernado aquellas tierras. Y así fue.
Frío e infranqueable, Khufu encabezó la ceremonia funeraria de su padre, aunque en su interior un fuerte puño retorcía su más profundo sentimiento hacia aquel hombre que tan lejano había parecido todos los años anteriores y tan próximo se veía todavía tumbado sobre su cama. Lo que mantenía Senefru, sin embargo, era su gesto templante, aquel con el que tiempo atrás con una mirada era capaz de aniquilar al más temerario y fuerte de los hombres, la dureza y lo distante del poder hacia los suyos, ciudadanos de Egipto.


- "No baciles, no dudes. Mantente siempre firme y conseguirás tu estela"


Los mensajes se repetían una y otra noche sin dejar descansar al nuevo faraón Khufu. La carga de gobernar Egipto como el segundo faraón de la IV dinastía era pesada, primero por las responsabilidades de mantener el país y segundo por las promesa de superar todo lo conocido hasta el momento. Era el Faraón, el máximo poder, el más grande de los hombres, el que se convertiría en Dios, el que no erraría en su camino, o así le habían dicho que debería ser. En su interior todo era diferente. Deseaba ser superior, superar la sobra de Senefru que aún reinaba en la memoria del pueblo egipcio, y esa sobra se oscurecía aún más en el pensamiento de Khufu, nublando sus buenas intenciones para el país que ahora se extendía bajo su mirada, hasta que eran éstas las que se esfumaban.
Los años del reinado de Khufu pasaron lento, con dificultades y desaprovaciones del pueblo hacia su rey. Ocecado en su estela y cubierto cada vez más por la sombra aún de Senefru, Khufu se repetía para si las palabras de las estrellas, marcarse su estela, ¿qué significaba aquello?
Sufría cuando veía sufrir a su pueblo, pero no podía debilitar su brazo, por ello se volcaba en su familia. En su entorno más próximo, el faraón era otra persona. Sereno y tranquilo, su rostro resplandecía de felicidad en los jardines del palacio, pero el cruzar el umbral de la esfera pública, el llevar a cabo las funciones rituales y debates políticos fruncían sus entrañas llevándolo a tomar duras decisiones.
Cada noche, la mente del faraón se llenaba de absurdas soluciones para los mensajes de las estrellas. Su obsesión que había nacido ya en su infancia cada vez se hacía mayor y presionaba su mente como las piedras de los pasadizos apretaban el espacio cuando más cerca se estaba del tesoro. !Eso era! Conseguir un tesoro nunca antes conseguido por otro faraón. Pero ya lo había conseguido. Las guerras que el faraón Khufu había liderado en países extranjeros había dotado de riqueza a Egipto, o por lo menos a las clases más altas de la sociedad, nunca antes el país había gozado de tanta riqueza, pero el interior de Khufu seguía vacío, sin respuestas a sus preguntas.
Las estrellas, las piedras que aprisionaban el espacio, la sombra de Senefru, Ra. El dios supremo de Egipto no perdía su poder, pese a que las estrellas lucharan en la oscuridad por vencerle. Aquel dios era como Senefru, siempre presente, con un brillo que ensombrecía cualquier intento de triunfar. Aquellos pensamientos de Khufu le volvían cada día más huraño con el pueblo egipcio que cada día formulaba más comparaciones entre el actual faraón y su padre. Entonces los pensamientos oscuros se multiplicaban, la luz cada vez era más escasa en la vida del joven faraón pese a tener sobre sus espaldas años de experiencia en el trono y una noche las estrellas le indicaron una solución: debía cegar la luz existente para crear la suya propia y pagar el precio necesario fuese lo que fuese.
Aquella vez el mensaje era claro: había que cegar a Ra, prohibir su culto, ser superior a él y sólo así podría ser también superior a Senefru y extinguir por una vez el resplandor de su memoria. Él, y solamente él podía ser el alabado, el admirado, ser un dios terrenal. Su estela nacía pobre, pero sería recordada y adorada porque permanecería a través de los tiempos. Para ello, Khufu ordenó construir una gran morada funeraria que garantizara su memoria en el pueblo egipcio, una construcción nunca antes realizada por ningún otro faraón, porque sólo él, el dios terrenal, sería capaz de hacerlo, y las estrellas guiarían sus coordenadas.
Así fue cómo las bases de la primera pirámide de Egipto, una de las siete maravillas del mundo fue tomando forma. La obsesión del faraón llegó a ensombrecer durante 23 años al pueblo egipcio, oprimido por la avaricia de su rey, una avaricia que acabaría con él mismo, con su fe, con su moral. Su mente era tan poderosa que logró vencer a su robusto cuerpo y también a la sombra de su padre, Senefru. La pirámide de Keops costó lágrimas y pobreza a un país rico y respetado, pero con el tiempo, las estrellas dieron a su faraón la estela que tanto había buscado en su vida. Reinaría en el tiempo enfrentándose cada día al resplandor del propio Ra y sería admirado por sus súbditos en años futuros que contemplarían la gran obra de su rey como la mayor de las victorias del pueblo egipcio, y es que ¿hay algo tan admirable como la pirámide de Keops?

10 Comments:

Estefanía S.Redondo said...

Tareixa, espero que la espera haya valido la pena. Te dedico el texto, a ti y a tod@s aquell@s que busquen una razón 'perdonable' a la dureza que aplicó el farón Keops (o Khufu) durante sus 23 años de reinado.

Mil besosss

Anónimo said...

No, no hay nada tan admirable como la Gran Pirámide, por lo menos yo no conozco nada igual. Aunque no soy de la opinión de que Keops la mandara construir, tu relato es sencilamente maravilloso, y casi me apetece creer que la crueldad que le adjudican a nuestro admirado Faraón tuviera un motivo tan justificado, pero, la razón le puede a mi corazón.

Anónimo said...

magnífico relato, parecía que estaba leyendo un libro de Cristian Jacq. La gran Pirámide es algo maravilloso, único y mágico. Cualquier esfuerzo mereció la pena. Un beso.

ARSINOE said...

Perdón por tardar, es que llevo unos dias muy duros, pero tu relato me ha permitido evadirme por unos minutos, lo he releido tres veces. La espera mereció la pena muy mucho, es el mejor de todos para mi, será que me puede el tema. Precioso, me gustaría que no terminara..

Asmahan Medinet® said...

Un texto precioso y muy bien relatado. Lo que se conoce de Khufu la mayoría (o al menos parte de él)es por mediación de Herodoto. Se suele decir, que los "guías" de aquellos tiempos le jugaron una mala pasada y le contaron fábulas más que realidades que el se creyó con verdaderas. Pero al quedar plasmado en un libro, lo falso empezó a convertirse en realidad y surgió el mito.

Cierto que llevó mucho tiempo construirla, pero también era la manera en la que el pueblo tenía de ganarse un sustento, cuando la tierra no se podía trabajar por las crecidas del Nilo.

El año pasado entré en ella y me dejó sin habla....

Besos!

elena said...

Te felicito, como siempre esta genial con todo lo que publicas.
Un saludo:

Elena-cleoppatra

Estefanía S.Redondo said...

Gracias por vuestros mensajes! La verdad que debo confesar que este texto fue el que más trabajo y días me costó escribir. Primero porque últimamente apenas tengo tiempo para dedicarlo a actualizar el blog, segundo porque de Keops tampoco sabía mucho y todo lo que leían eran cosas negativas y aunque meta muuuuuucha imaginación y ficción a mis relatos siempre intento mantener un poco la coherencia histórica.

Por cierto, veo que los relatos sobre Egipto son los que más comentarios tienen, ¿por qué será? jeje

Mil besossssss

Anónimo said...

hola guapa!!!
Te devuelvo la visita a mi blog. Prometo entrar mas amenudo,y despues de haber leido algunos de tus textos, casi seguro que lo hare, me encantan, tenias razon, expresan muchas cosas ...
Besinosss bruji.

ARSINOE said...

Te costó trabajo el escrito, porque es perfecto..La forma en que resolviste "perdonar" toda la mala fama de Keops durantes estos últimos milenios, es genial..ya sabía yo que con un personaje tan fantástico harías un gran texto..¡¡Chapeau..!!
Ahhhh, y por mi que todos los que vengan sean sobre Egipto..¡¡que egoista soy..!! je, je

FERNANDO SANCHEZ POSTIGO said...

ah, esperamos un nuevo post tuyo sea de Egipto o de tu querido Sporting. Besos.