lunes, 21 de enero de 2008

Tormentas

Costaba llega a cualquier sitio. Después de un otoño y primeros meses del invierno rozando a la aridez, el cielo abría sus brazos para dejar caer todo aquello que le cargaba. Lo hacía con un manto grisáceo que asustaba con sólo mirarlo. Después de las súplicas de tantos agricultores, por fin llegaba el agua, pero esta vez lo hacía de manera escandalosa.
Por la calle, los paraguas de los más valientes viandantes o de aquellos que no les quedaba otra que salir, agitaban sus varillas sin seguir ningún compás o sintonía, excepto aquellos retumbos que bajaban desde lo más alto como anunciadores que de algo malo iba a suceder.
- Parece que el cielo se va a caer abajo - comentaba una señora ya mayor que asomaba tímidamente su aguda nariz por una pequeña ranura de su corredor.
Frente a ella, el rostro de una madre preocupada miraba con angustia todas las esquinas de las calles que fluían por su ventana. El agua corría por ellas como si fueran ríos 'salvajes', decían dos viejos amigos que no podían sentarse como cada día en el banco del parque del barrio. Agarrados a su bastón y guardando el equilibrio para no ser víctimas del fuerte viento, los dos amigos veían el temporal desde el portal de la esquina, la misma que había que doblar para llegar al tutti de Maribel.
La dulce Maribel. Con su dulce voz, sus grandes ojos y aquellas manos tan bien cuidadas, tenía a todos los jóvenes del barrio encandilados, a los jóvenes y a sus padres, tíos y abuelos. Sin embargo, aquel fino rostro que todos los vecinos asimilaban con un hermoso día de primavera, disfrutaba con las tormentas. Desde la gran cristalera que sustituía a la pared frontal del tutti, Maribel gozaba con cada relámpago dibujado en el cielo, con cada paraguas que veía volando y perseguido por su dueño que, empeñado en domar a aquel trasto, lo seguía casi corriendo mientras se mojaba de arriba abajo. Desde aquel ventanal podía disfrutar de lo que más le gustaba del invierno, aunque siempre en los días de tormenta echara de menos un chocolate caliente entre las manos. Un chocolate o un tazón con algo caliente para devolver la vida a las manos que mostraban un aspecto casi azulado con el frío. Cómo le gustaría poder tener un local menos frío y estar tan a gusto como se estaba en la cafetería del otro lado de la calle, la de Marcelo.
Allí trabaja Angustias, que como su nombre bien indicaba, era ella en sí una angustia. Todo le molestaba, por todo se quejaba, aunque siempre le sacaba brillo a las circunstancias para reírse de algo. Como no iba a ser menos, Angustias siempre se quejaba cuando llovía, aunque le diera igual porque ella no podía a la calle para atender la cafetería. Pero ella decía que con aquellos días la gente no tenía ni humor para salir a tomar un buen chocolate, aunque eran los días como aquel los que la cafetería se llenaba, e incluso a veces había que hacer cola y correr a por una mesa cuando ésta quedaba libre. En el fondo odiaba las tormentas porque las temía. Ir a tomar un café allí con una gran tormenta era de risa. Angustias desenchufaba todos los aparatos eléctricos para evitar 'accidentes tormentosos' como decía ella. Colgaba más toallas en el baño para desenchufar el secador, apagaba la tele y también la máquina registradora así que las cuentas en días de tormenta se hacían al estilo antiguo, con papel, boli y los dedos, a la cuenta de la abuela. El tono jovial lo ponían los coches cuando pasaban por delante de la cafetería y pulverizaban el agua acumulada en la carretera bañando a algún infeliz peatón. Más de uno entraba después del baño a la cafetería para tomar algo caliente y de paso intentar secar el chaparrón.
Y desde una de las terrazas de los pisos de enfrente, una aguda nariz se separaba del cristal al sonido de una loca cafetera que silbaba y bailaba en la chapa de la cocina. A aquella señora de la nariz aguda, también le gustaba observar el barrio desde su terraza los días de tormenta, pero con algo caliente en las manos.

2 Comments:

FERNANDO SANCHEZ POSTIGO said...

Un placer leerte en el día de mi cumpleaños. Besos.

Estefanía S.Redondo said...

Muchísimas felicidades desde aquí tb. Espero que la celebración de ayer haya sido....de esas que te dejan sin palabras.

¿Te vienes hoy al mío? Todavía te da tiempo llegar a Asturias ajaja

Un beso