sábado, 10 de mayo de 2008

Espeso ChOcOlate VII


La expresión en la cara de Ariadna era muy diferente antes de la llamada de Raúl. No era difícil adivinar que la conversación telefónica no traía muy buenas noticias para la joven y Ben así lo entendió.
- Si te puedo ayudar en algo.....
- Gracias, Ben. Pero no puedes, debo hacerlo yo sola.

- ¿La momia?

- Sí. Tengo que seguir mis investigaciones en Berlín. Dicen que allí, en el museo, podría encontrar más pistas sobre la identidad de la momia. Realmente es un caso que me está llevando más tiempo del que pensaba. Apenas hay indicios de quién pueda ser, y cada vez que encuentro algo nuevo me aleja de las posibles soluciones que me dan las anteriores pistas. No sé. Está todo difuso. Los antiguos egipcios eran muy meticulosos con el proceso de momificación, pero no tanto como para ocultar el nombre de la persona fallecida, porque en el más allá se tenía que presentar a Osiris tal y como se la conocía en la tierra. No lo entiendo.

Era la primera vez que Ariadna contaba tantos detalles de su investigación y sus pensamientos. Por fin la joven confiaba, aunque fuese un poco, en Ben. Su investigación no era tan secreta y quizás el pudiera ayudarla en algo, al fin y al cabo, había estudiado historia antigua.
- ¿Qué tal si vamos a la cocina y me enseñas a hacer un buen chocolate antes de irte a Berlín? - dijo Ben para rescatar a Ariadna de su mundo interior, donde sólo giraban sus planes para actuar los próximos días.
- No. Mejor acompáñame al museo. Quiero presentarte a la momia y aunque ya esté cerrado, tengo permiso para entrar cuando quiera.

Aquella invitación sí que era una sorpresa. No sólo le contaba los detalles de la investigación sino que ahora también quería mostrarle el cuerpo momificado. Tan rápido como pudo, Ben dio alguna orden a Mery por si no llegaba para el cierre de la cafetería, cogió su cazadora y salió con Ariadna. De camino al museo la conversación se centró en la investigación y el antiguo Egipto, por lo que sólo hablaba Ariadna que, pensando en alto para ver si así veía algo que aún no había sido capaz de observar en todo aquello, ponía al tanto de todo lo sucedido en sus estudios a Ben.

La fachada principal del Museo Británico imponía aún más sobre la luz de los focos que despertaban a sus pies llegada la noche. Ben nunca se cansaba de admirar aquella entrada simulando los antiguos templos greco-romanos, con su blanco infranqueable, su perfección en las columnas y formas, las estatuas del friso. Sin duda el que había realizado aquella fachada era buen conocedor de la arquitectura del mundo clásico. Ariadna se dio cuenta de la admiración de Ben por aquella fachada.
- Esto es de lo tuyo, ¿no? Lo que a mi me apasiona está dentro. ¿Vamos?

Ariadna accedía al museo tan sólo pasando una tarjeta por un láser instalado en una de las puertas laterales del museo, después se identificaba en la sala de control al cuerpo de seguridad y ya podía pasear por los largos pasillos y las salas repletas de retazos de la historia mundial.
- Vamos, más tarde paramos en las salas de Grecia para que seas tu el maestro de historia.

La española caminaba más rápido por las salas mientras Ben paseaba mirando con asombro a su alrededor. Aquellos pasillos se los sabía de memoria, había pasado allí muchos días mientras estudiaba, pero las galerías del museo nunca le habían causado aquella sensación de asombro y también temor. Apenas a oscuras, era como si las estatuas, la historia recobrara vida e inmóbiles les siguieran con la mirada. Arianda continuaba caminando y sin dejar de hablar sobre aquel tal 'Reflejo de la bella'.

Por fin llegaron a la sala donde permanecía el cuerpo. La puerta estaba abierta y del interior salía luz. Ariadna se paró en seco, el gesto de su rostro se endureció y haciendo un gesto con su dedo índice sobre sus labios ordenó silencio a Ben. Empujó suavemente la puerta que como si de una película de suspende se tratase, poco a poco dejaba ver la silueta del intruso en aquella sala.
- Vigilar no significa entrar a husmear en lo que nadie le llama, John.
El vigilante que había prestado su ayuda a Ariadna se encontraba mirando la momia, estático, como hipnotizado. Hasta que las palabras de la arqueóloga le hicieron despertar de su adoración.
- Señorita, yo....yo......
- Usted está donde no tiene que estar.

- Déjeme que me explique. Yo.......en director del museo.....

- ¿El qué? ¿El director ha vuelto y a mi no se me ha avisado?

- No, señorita. El director no ha vuelto, sólo ha llamado interesándose por sus investigaciones y preguntando si usted ya había encontrado....bueno, si usted ya había averiguado algo de su momia.

Los nervios hacían dudar a John en todas sus palabras y Ariadna lo notaba. Aprovechándose de ello, la joven continuaba interrogando al guarda de seguridad mientras se acercaba a él.
- ¿Si ya había encontrado el qué? ¿Qué es lo que debo encontrar que sepa el director de este museo y aun no me haya dicho, John?

- Nada, señorita. Sólo conocer la identidad de la momia.
A John le sudaban las manos e intentaba secárselas con el dedo pulgar, o tal vez apretar con fuerza lo que escondía en su mano derecha. Mientras Ariadna estaba casi encima del vigilante, Ben le ordenó que mostraba lo que escondía en su mano
- ¿En mi mano? Nada, nada, ¿qué voy a esconder? Sólo es....sólo es un grano de café que encontré en la sala de seguridad, nada más, ¿qué va a ser?

- ¿Un grano de café?

Sin saber porqué, la mirada de Ariadna se dirigió a las manos de la momia. Los brazos mostraban una parte de venda diferente a la utilizada en el resto del cuerpo, y la mano derecha, la que se posaba sobre el lugar donde estaría el corazón, estaba abierta. Sin quitar la vista de aquella escena, Ariadna dijo:
- Ahora mismo, John, me vas a contar lo que está pasando aquí. Me vas a decir por qué has entrado a la sala, has quitado la venda original en los brazos de la momia, has abierto la mano derecha y luego la has vuelto a vendar, mal! Y me vas a decir también dónde has puesto el supuesto escarabajo que debía estar dentro del puño derecho de la momia y me vas a explicar qué es eso del grano del café porque no he creído nada de tu primera versión de la historia.
-¿Un escarabajo? ¿Dónde? No había ningún escarabajo en la mano de la momia, sólo el grano del café. Pero yo lo he hecho porque eran órdenes, órdenes del director del museo.
Ariadna se dio media vuelta, miró fijamente al hombre de seguridad y volvió a acercarse a él con violencia.


- ¿Me estás tomando el pelo? Dime la verdad, John. Esto es muy serio, no ganáis nada obstaculizando la investigación, excepto pagarme a mi más dinero y aunque no te lo creas prefiero ser pobre y mimar la historia, lo poco que nos queda de la historia, que ser rica y una destructora. Dime todo lo que sepas.

Las palabras de John, con lágrimas en los ojos, lograron convencer a Ben que veía en su compatriota el miedo de ser expulsado de su único empleo y el arrepentimiento de haber perjudicado el trabajo de la joven arqueóloga. Según relató el guarda de seguridad, el director del museo conocía algo de la momia que no le quiso decir y sólo le ordenó que examinara su puño derecho por si existiera un grano de café, de ser así, John tenía que extraerlo y hacérselo llegar al Cairo. Fiel a las órdenes de su superior, John había seguido las instrucciones del director del museo, pero horas más tarde se había arrepentido y se disponía a volver a poner el grano de café donde lo había encontrado, cuando entraron los jóvenes a la sala.
- Lo único que me dijo el director fue que debía hacer lo que me ordenaba para mantener la historia tal y como los antiguos habían querido escribirla.

Ben y Ariadna no sabía muy bien cómo actuar ni que hacer. Las declaraciones de John que se arrepentía y lloraba sentado en aquella silla a los pies de la momia, a la que ahora ni siquiera se atrevía a mirar, turbaban los pensamientos de Ariadna que no sabía muy bien qué hacer. Tenía que ir a Berlín para averiguar más sobre Reflejo de la Bella en el único papiro que hablaba de ella, pero no podía dejar el cuerpo en el museo, donde su director pretendía perjudicar las investigaciones. Ben también le daba vueltas al asunto, ahora también él se veía involucrado en la situación y en el problema que se le planteaba a Ariadna.

Y en aquella sala, donde la momia seguía sumergida en el áurea de tranquilidad que parecía protegerla de todo mal, donde los sollozos de John se repetían en el eco de la noche, las miradas afiladas de Ariadna se dirigían al hombre de seguridad del museo y las dulces a su momia, Ben sentía cómo volvía a abrirse la puerta de su pasado, la misma que le devolvía a sus días de facultad rodeado de historia, leyendas urbanas de periodos pasados e investigaciones de aquellos que soñaban con convertirse en Indiana Jones. Ahora él tenía la oportunidad de hacerlo, pero sus impulsos para involucrarse en aquella historia eran más producidos por los sentimientos que tenía por Ariadna que por llegar a ser alguien en el mundo de la arqueología.
- Es imposible que sea café, porque en aquella época el café era conocido por Europa, ni tampoco creo que lo conocieran en Egipto. -Comenzó a decir Ben para romper aquel silencio que irrumpía la estancia como un gran bloque de iceberg.

John levantó la cabeza de sus rodillas y se quedó mirando a Ariadna que se había girado hacia Ben.
- No había café, pero en Grecia, por ejemplo, los sacerdotes solían hacer pociones con muchos granos. Granos de trigo, de mirto, de todo tipo de plantas que lograban, mezclados con otras sustancias, bajar la fiebre o subirla provocando delirios. No sé. Desde tiempos muy lejanos, se conoce la importancia del comercio marítimo entre los países del Mediterráneo, puede que a la ciudad donde vivió esta mujer en Egipto llegaran esas pociones con sus granos. Puedo repasar mis apuntes de religión y métodos sanitarios en Grecia.

- Puede que no coincidan con el año del que data nuestra momia, Ben. Aunque todo sería mirarlo.

- Puedo comenzar mañana mismo, y si se me permite, puedo hacerlo aquí, y así vigilo la sala y que nada le suceda a la momia durante tu estancia en Berlín. Además... - Ben tenía en su mano el grano de café y lo observaba con detenimiento. - Más que un grano de café esto me parece una masa compacta unida con alguna sustancia y simula un grano de café, aunque no tiene la textura tan suave como los granos de café, y parece más ancha de lo normal para ser un grano de café. Podría ser......sí, puede que se trate de una de esa especie de pastillas que los curanderos hacían en la Grecia clásica para evitar los embarazos en prostitutas.

- ¿Métodos anticonceptivos en la mano de la momia? ¿Métodos anticonceptivo griegos en Egipto, la tierra de la medicina? Ben, no es por contrariarte, pero me parece imposible que los egipcios eligieran un método extranjero antes que los propios.

- ¿Y si alguien se lo hubiese colocado en otra época, posterior a la muerte de la momia?

La pregunta de John que parecía recuperar su serenidad hizo reflexionar a los dos jóvenes que se vieron descubiertos por los primeros rayos de luz de la mañana. Ben guardó aquel grano de café o lo que fuera en una de las bolsas que tenía Ariadna para conservar todo lo que extraía de la momia. Aquella misma mañana, Ben lo llevaría a examinar al hospital universitario para conocer de qué se trataba exactamente y a qué época pertenecía. Ariadna se fue al b&b de la señora Mirley, sacó un billete para el próximo vuelo a Berlín, se dio una ducha y se fue al aeropuerto, a la hora de comer ya podía estar buscando el papiro del Reflejo de la Bella en el museo alemán. Y John, después de todo lo sucedido, dejó sobre la mesa del despacho del director del museo británico su carta de dimisión. También él prefería cobrar menos y mimar a la historia.

8 Comments:

Asmahan Medinet® said...

Habibati! Cada vez me sorprendes más con la investigación de la momia ;-) Sin nombre? De esa manera los antiguos egipcios maldecian a los condenados y así les impedían pasar a la otra vida. Lo que pasó también con Akhenaton, cuando los sacerdotes de Amón se hicieron de nuevo con el poder. Un diez, con el grano del café :-)
Sólo una observación, ¿puedes poner los textos de otro color?. Me mareo un poco leyéndolo y lo tengo que hacer a saltos. 1001 Besitos!!

Estefanía S.Redondo said...

Salam!

Buena observación en nuestra momia sin nombre y la tradición del antiguo Egitpo en ese sentido, tendrá explicación, lo prometo, je!

Por el color, sin problemas. El próximo capítulo lo escribiré en azul o negro para que sea más fácil en la lectura.

Mil besoss

Ivana Diaz Otero said...

Me pasa con tu blog lo mismo que con el de Enrique Páez, no consigo ponerme al día. Leo y me lleva tiempo, ásí que voy lenta, porque no es para leer en el rato libre del café. Pero prometo insistir hasta llegar algún día a la primera entrada... jajaja

ARSINOE said...

Esta momia es una caja de misterios, cada vez nos lo pone más dificil.

Estefanía S.Redondo said...

ido: bienvenida al blog! espero que poco a poco te puedas poner un poco al día en los textos, o por lo menos puedas disfrutar de alguno de ellos. Si diste una vuelta por las entradas, te darías cuenta que 'Espeso ChOcOlate' es el único que sigue la historia en varios capítulos.

Tareixa: ¿os lo pongo más difícil? Vaya! pensaba que cada vez os daba alguna pista más, je! Poco a poco se irán desvelando los detalles, pero mientras...paciencia :-)

Mil besos para todas

Félix Amador said...

Hola, Piky:

Acabo de llegar a tu blog para devolverte la visita, y me he quedado prendado de tus historias y de tu pasión por el Egipto antiguo.

También acabo de volver de un puente largo y tengo que poner muchas cosas al día. Intentaré volver mañana a leerte con más detenimiento, porque veo que tienes muchas entradas.

un beso.

Estefanía S.Redondo said...

Hola Félix!

bienvenido al blog. Muchas gracias por tus palabras. Escribo sólo por afición y me encanta que os gusten mis textos, me da más ánimo para seguir escribiendo. Y....sí, el antiguo Egipto es una de mis grandes pasiones, aunque en los textos hay un poco de todo.

Nos vemos por aquí y pr tu blog!

Mil besossss y gracias por tu visita

Anónimo said...

esta momia parece tener vida propia. ES una caja de sorpresas....

besos.