martes, 18 de agosto de 2009

Inshallah. Capítulo I

Odiaba aquel olor. Esa mezcla de pureza entre blancura y medicamentos no era el escenario con el que siempre había soñado para pasar sus últimos días. Olía a triste, a verde de quirófanos y no de bosques.
John y su hijo Ángel también estaban allí. Les había pedido a ambos que no fueran aquella mañana al hospital. Sabía muy bien cuál sería el diagnóstico y quería compartirlo con su soledad, asumirlo antes de contarlo a su elenco de conocidos y desconocidos. Hacía mucho que no tenía que enfrentarse a los comentarios de los periodistas y prefería estar preparado. Ya veía todos esos titulares de prensa y chismorreos en los reality de la televisión moderna sobre el diagnóstico que iría a recibir de un momento a otro. Las mismas críticas que recibiría de su ex mujer cuando se enterara de todo. Sin embargo, en aquel momento la echaba de menos.
Habían pasado 15 años desde que se había marchado de casa. El mismo tiempo que llevaba sin ver a su hijo más de cuatro horas seguidas y cuando su trabajo se lo permitía. Por ese motivo, Ángel siempre lo había rechazado. Lo hizo hasta tal punto que incluso se olvidaba de recoger sus regalos de cumpleaños o de felicitar a su padre por Navidad. Al parecer, siempre estaba ocupado con sus estudios. Fuera o no cierto, el presente y aquella sala de hospital le habían reunido de nuevo con su hijo. No era el muchacho engreído de hace unos años, si no un serio y prestigioso psicólogo capaz de comprender todos los problemas y miedos, excepto los suyos propios.
Por primera vez, el silencio que reinaba entre seres queridos encerrados en una misma habitación no le molestaba. Amante de las largas e intensas conversaciones, aprovechaba aquel descanso de palabras para recordar todo lo que había hecho en su vida, saber quién era en realidad. No se arrepentía de nada. Ni de los viajes y largas estancias lejos de su familia cuando Ángel era pequeño, ni de los años de estudio dedicados a la arqueología, ni de la ruptura de su matrimonio. Todo lo había guiado su destino y quizás también él había marcado aquel diagnóstico.
No se arrepentía de nada. Él no. Quizás John tuviera algo que decir tras escuchar un diagnóstico que muy probablemente se repetiría en él, pero ya era tarde para argumentos. Después de 15 años de relación no necesitaba que nadie le explicara cómo podía haberse contagiado del VIH. Ahora sólo quería gozar de aquellos minutos de silencio, de aquellos minutos de paz.

3 Comments:

Asmahan Medinet® said...

Wuauuu...qué fuerte!...Muy bonito, quiero leer más ;-)

Anónimo said...

Me alegro de volver a leerte, hacía mucho que no te veía escribir.

Besitos de miel.

ARSINOE said...

Yo tambien me acuso de haber descuidado a mis espacios favoritos una larga temporada, pero ya estoy aquí de nuevo y vengo para quedarme.