viernes, 30 de mayo de 2008

Espeso ChOcOlate XI. Final

La lentitud del autobús al centro de Londres lograba encrispar la paciencia del más tranquilo. El tiempo del vuelo había sido menos del esperado, por lo que Ariadna llegaría primero al Mueso Británico. Sin pasar por casa, una hora y media después de haber llegado al aeropuerto londinense, lograba pisar el primer peldaño de la escalera que besaba la entrada del gran museo.
En la puerta, con la preocupación dibujada en la cara, se encontraban Ben y John. No sólo no les dejaban acceder a la sala donde estaba la momia, si no que tampoco les permitían entrar al museo.
- ¿Por qué razón? - preguntó Ariadna
- Dicen que incordiamos en los estudios de la momia. Ahora son ellos y su personal de confianza los que llevan la investigación
Tampoco a Ariadna la dejaron entrar.
Después de riñas y peleas con todo el personal con el que se encontraron, los tres se fueron a casa de John. Era una vivienda de las que la Reina de Inglaterra pone en alquiler. Estrecha, con el suelo de moqueta y antigua. Estaba próxima al museo y en las paredes, cubiertas de un papel muy hortera, lucían fotografías de colecciones que habían pasado por el museo en el que tantos años había trabajado John, antes de entregar su baja voluntaria. Las reliquias del Antiguo Egipto eran las piezas que más abundaban en las fotografías, junto con las del director del museo, las que John iba quitando a su paso y metiendo en una gran caja que iría directa al desván. Aquellas no volverían a lucir en la vivienda del ya retirado vigilante del museo.
El pasillo de la casa parecía interminable. Las puertas de las habitaciones se sucedían mostrando pequeños detalles de la vida de cada una de ellas. Al paso de una puerta, la que más arrimada estaba al cierre, Ariadna pudo ver el traje de vigilante fuera del armario. Debía de tratarse del dormitorio de John que, sin duda alguna, no había aceptado aún la renuncia a su puesto de trabajo en el museo. El recorrido por el largo pasillo se paró dos habitaciones más allá. Ariadna no podía imaginar lo que estaba viendo. A su alrededor, en todas las paredes de la habitación había fotografías de la momia. Incluso había una en la que aparecía Ariadna examinando el cuerpo.
- ¿Y esto?
- Muchas veces no se enteraba que entrábamos en la sala. Tan concentrada estaba en el estudio de la momia que teníamos que repetir el saludo para que supiera que no estaba sola. Yo también me siento atraído por la momia, por eso entraba en la sala por las noches, sólo para contemplarla, excepto la noche que....
- ¿Y esto otro?
La fotografía que ahora llamaba la atención de Ariadna mostraba a la momia envuelta en unas vendas con dibujos por todos lados. Eran hojas, ramas y flores que envolvían el cuerpo siguiendo las rutas marcadas por las vendas, y entre todos ellos se podían ver símbolos y algún texto escrito en jeroglífico. Ben estaba en el otro extremo de la habitación, mirando una fotografía que se centraba en el enramado que aparecía en el vientre de la momia.
- Mira esto.
Ariadna cogió la fotografía que Ben le mostraba y recordó las palabras de Carmen y la importancia del vientre.
- Aquí puede estar todo lo que buscamos.
- ¿Aquí? ¿Dónde?
- Es un enramado de dibujos y símbolos, estaba en el centro del cuerpo, a la altura del estómago.
- Exacto, John, en el vientre. Nuestra amiga está embarazada y el niño puede ser......
Ariadna se quedó pensativa, o al menos eso parecía en el exterior porque en su cabeza las pistas que tenía se iban enlazando tomando forma de una historia creíble.
- ¿Ariadna?
Ben intentaba devolver a la joven española a la conversación que ella misma había iniciado pero lo único que consiguió fue que pensara en alto.
- En el vientre está dibujado el símbolo del Ka, la fuerza vital. Los antiguos egipcios creían que al morir una mujer embarazada, el bebé que llevaba en su vientre seguía con vida, conservaba por lo tanto su Ka. Es el que la guiará en el camino, lo que dice el papiro. Por lo que, si es Reflejo de la Bella es reina entre las reinas del faraón, y posiblemente hija de Nefertiti y que subió al trono después que ésta porque nunca será como su madre, por lo que Akhenatón ya estaba muerto.
- Ve más despacio, Ariadna, estamos perdidos.
John y Ben miraban a la joven boquiabiertos. Les costaba seguir la historia aunque poco a poco iban entendiendo de qué iba todo. De repente, una llamada de Raúl interrumpió la conversación. El arqueólogo parecía haber encontrado algo importante y en aquel momento estaba de camino al aeropuerto del Cairo junto a sir Wilord. Le había contado todo lo que estaba pasando con la investigación y el cónsul inglés había decidido tomar cartas en el asunto. Sabía que Fathi intentaría frenar todo aquel descubrimiento que cambiaría la percepción de la historia del Antiguo Egipto y eso suponía un obstáculo al conocimiento de una de las civilizaciones más antiguas hasta el momento conocidas.
Cargados de las fotografías y el papiro que Ariadna había tomado prestado del museo de Berlín, la joven, Ben y John fueron a recoger a Raúl y a sir Wilord al aeropuerto. John también cogió su uniforme de seguridad del museo. En cinco horas llegaría el avión procedente del Cairo y esa misma noche podrían visitar todos el museo.
Estaba siendo un día agotador. Ariadna todavía no había tenido ni un minuto para descansar y el cuerpo comenzaba a pedir un respiro. A la entrada del museo, John entró sin ningún problema. Suerte que muchos de los miembros del cuerpo de seguridad no sabían aún que el guarda más veterano había renunciado a su puesto de trabajo. Sin encontrar ningún problema, John abrió la puerta lateral del edificio y después se aseguró que la sala donde descansaba la momia estaba sin vigilancia. Ariadna, Ben, Raúl y sir Wilord fueron entrando uno a uno y en silencio en el museo hasta llegar a la sala. Cuando se disponían a entrar, una voz tras de ellos les saludaba con ironía. Era el director del museo.
- No sé qué hacen aquí a estas horas ni quienes son. Intrusos, no obstante. John, me sorprendió ver su cese sobre mi escritorio, aunque después me alegré de ello. Veo que pese a ello sigue utilizando el uniforme que tendría que haber devuelto con aquella renuncia a su empleo. Esto, amigos mios, es como un allanamiento de morada y como consecuencia, tiene su castigo.
La expresión bobalicona que mostraba el director del museo mientras removía el té de una taza que sostenía en sus manos se congeló al oir y ver el rostro del cónsul inglés del Cairo en el pasillo.
- Mi querido amigo. Me he enterado que ha estado estos días en Egipto y no ha pasado a verme. Eso no es ético para un caballero inglés. Por ello, he decidido acercarme hasta su guarida para que me explique qué asuntos le han llevado hasta allí últimamente y que no han sido comunicados ni al gobierno británico ni a su consulado en Egipto. De paso, claro, he decidido conocer personalmente a Reflejo de la Bella, aunque ustedes ya la hayan desnudado.
La mirada del director del museo brillaba en la oscuridad como los ojos de un felino. Sin embargo, el porte de su rostro permanecía intacto e impasible a las palabras del cónsul. El director volvió a mostrar una sonrisa irónica para preguntar por Reflejo de la Bella.
- No quisiera ser grosero,- dijo dirigiéndose a sir Wilord - pero en la historia del Antiguo Egipto, mi gran amigo, no hay ninguna referencia que hable de tal mujer.
- Miente - gritaron a la vez Ariadna y Raúl
Las carcajadas del director retumbaban en los pasillos vacíos del Museo Británico, algo que hizo que Gereh Fathi abriera la puerta para ver qué pasaba afuera. La expresión en la cara de éste tampoco pasó desapercibida.
Al fondo y entre los pocos huecos que dejaba de visión el obeso cuerpo de Fathi se podía ver un cuerpo oscuro tumbado en la mesa de examinación. A sus pies, reposaba un manojo de vendas, unas decoradas y otras limpias de todo color más que el amarillento que había invadido la pureza del blanco por el paso del tiempo. El caracter egipcio era muy diferente al frío comportamiento inglés, por ello, Fathi comenzó a balbucear unas palabras en árabe que sólo Raúl, Ariadna y sir Wilord entendieron.
- No suplique más a Alá, Fathi. No es ese dios el que juega en la época de Reflejo de la Bella. No sabrá qué le está suplicando. Igual si prueba con Ra....
Ariadna mostraba su enfado con la ironía, aunque en el fondo le estaba cogiendo gusto a eso de vengarse de aquellos que entorpecían su investigación.
- No entiendo por qué se ponen nerviosos cuando pronunciamos ese nombre.
- Señorita, -la interrumpió el director - no nos ponemos nerviosos ante un nombre que se están inventando.
- Muy bien, entonces que sea Fathi el que me explique el significado de este papiro.
Cuando Ariadna extrajo el viejo papiro, el rostro de Fathi comenzó a palidecer. Sir Wilord telefoneó al consulado y al gobierno egipcio para ponerlos al tanto de la situación, Ben llamó a la policía para que se personara en el Museo Birtánico y ante tanta presión Fathi comenzó a hablar.
- En Egipto necesitamos fondos para continuar estudiando las piezas que vamos encontrando y la única forma de conseguirlos es vendiendo las más valiosas, las que, por supuesto, no han salido a la luz pero ya se han descubierto. El mercado negro de reliquias antiguas da mucho dinero y es nuestra principal fuente de ingresos. Reflejo de la Bella no es una de las reinas más importantes de la historia de Egipto porque los propios egipcios en la antigüedad se preocuparon mucho por borrar todo rastro de ella.
- ¿Por qué? - preguntó Ben
- Quería ser como Nefertiti y en algún momento intentó fragmentar el país.
- No, señorita Ariadna. Ella no fragmentó el país porque en época de Tutankhamon no se conocen guerras, excepto aquella interna y religiosa provocada por Ajenaton. Los antiguos sacerdotes, fieles al dios Amon, habían logrado poner en orden de nuevo la jerarquía religiosa tras la llegada al trono del faraón niño. Pese a ser descendiente en el trono del rey Hereje y de su esposa, la poderosa y bella Nefertiti, Tutankhamon logró devolver la unidad a Egipto, o por lo menos el orden que querían los sacerdotes de Amon. Sin embargo, Nefertiti, tras el fallecimiento de la hija que había logrado unir al farón, logró unirlo de nuevo, esta vez con una extranjera descendiente de reyes, pero criada en Amarna. El objetivo de Nerfertiti, según se cree, era que la extranjera engendrase descendientes de Aton y devolver el culto a ese dios.
- ¿Reflejo de la Bella?
- Exacto. Reflejo de la Bella estaba muy unida a Nefertiti y, pese a que muchos jeroglíficos la mostraban como más bella aún que nuestra Dama del Nilo, la reina admiraba también su belleza, de ahí que permitiera crear maquillaje con el nombre de su hija adoptiva. Pero tras la muerte de Tutankhamon los sacerdotes tomaron más poder aún en contra de todos los fieles a Aton, infieles para ellos. Junto con Ay, padre de Nefertiti y sucesor en el trono de Tutankhamon, hicieron todo lo posible por terminar con cualquier rastro de la religión monoteísta a Aton.
- Y Reflejo de la Bella era el primer objetivo - interrumpió Raúl
- Sí. No obstante, no se sabe cómo murió, porque la momia demuestra que tuvo celebraciones funerarias dignas de una reina.
- ¿Y la sustancia griega para evitar el aborto que John encontró en su puño derecho? - preguntó Ben.
- Hay escritos muy antiguos, que al igual que este papiro del museo de Berlín sobrevivieron a las corrientes destructivas del periodo de monoteismo a Aton. Esos mismos son los que consultó la reina Cleopatra, en la época final del reinado faraónico. La descendiente de griegos, de la dinastía ptolotemaica, estaba enamorada de las tradiciones de Egipto. Se sentía como la más egipcia de todos y luchó con todas sus fuerzas por recuperar la edad dorada de su país. Entre ellos estaba el estudio de la historia, y recordemos que en aquella época la biblioteca de Alejandría contenía muchos datos y textos. Cleopatra supo de la existencia de reinas poderosas como Nefertiti y Hatshepsut y ordenó encontrar sus tumbas para idolatrarlas, pero no encontró nada, excepto a Reflejo de la Bella. Entonces sus estudios se centraron en ella. Aquello volvió a remover a los antiguos y más conservadores, y nuevamente intentaron obstaculizar los planes de Cleopatra. Como aquello era imposible, hicieron lo que más daño podía hacer y menos se notara, matar al Ka que Reflejo de la Bella llevaba en su vientre y así eliminar su fuerza vital. Pero la reina averiguó aquella trama y colocó esa sustancia que evitaba el aborto y así aseguraba que el Ka de Reflejo de la Bella siguiera guiándola en el más allá.
- Pero eso era un producto griego.
- En la época de Cleopatra Egipto ya estaba lleno de extranjeros, especialmente de los griegos. Es normal que las prácticas curativas de este país fueran las que se utilizaran entonces.
- ¿Las imágenes entonces de los dos niños sentados en el trono?
- Son Tutankhamon y Reflejo de la Bella.
- ¿Qué pasará con ella ahora? - preguntó Ariadna mirando a Reflejo de la Bella
- La devolveremos a Egipto - contestó sir Wilord - Allí unos expertos en momificación antigua volverán a colocarle sus vendas y la protegerán con otras nuevas. Yo mismo me encargaré que no se olviden de colocar todos los amuletos que se ponían en el ritual. Incluyendo el escarabajo en su puño derecho y no esa especie de grano de café. Después, la colocaremos en un lugar digno de una reina en el Museo del Cairo. Allí no le faltará de nada.
El traslado de la momia al Cairo, bajo las órdenes del gobierno egipcio y el inglés, sólo tardó unos días. La operación fue seguida por miles de personas a través de las cámaras de televisión por todo el mundo. También el que fuera director del Museo Británico pudo verlo en primera fila y a través de una pequeña pantalla de televisor en el centro penitenciario en el que se había convertido su casa después de haber sido juzgado y condenado por tráfico de antigüedades para beneficio propio además de otros muchos cargos. Gereh Fathi corrió peor suerte con la justicia egipcia y no podría ver, metido en su celda, ni el traslado ni la luz del sol por muchos años. John decidió ver la despedida de la momia desde el propio museo, al que había vuelto como guarda de seguridad. En cuanto a Ariadna y Raúl, acompañaron en todo momento a Reflejo de la Bella, responsables de su cuidado en el traslado.
En el Cairo los esperaban Ben y Carmen, a la que Ariadna había invitado para presentarle a Reflejo de la Bella. La recepción en Tell el-Amarna, donde se presentaría públicamente a los medios, fue digna de una reina capaz de vencer las fronteras del tiempo.

Espeso ChOcOlate X

Las gotas de la helada que había bañado la noche del invierno alemán, rodaban por el cristal de la habitación de Ariadna. A lo lejos, el sonido estridente de un teléfono móvil sonaba. Con una voz más profunda e interior, las frases escritas en jeroglíficos no paraban de repetirse en la cabeza de la joven española. El sonido del teléfono se fundía en el silencio y al rato volvía, insistente. Era Ben.
- ¿Quieres buenas o malas noticias?
Ariadna no era de esas chicas que se levantan de buen humor y menos cuando las despiertan. Sin embargo, se pensó dos veces antes de contestar cómo debía hacerlo; sabía que Ben no la llamaría por una tontería y a una hora tan temprana.
- Te dejo elegir.
- Bien, pues comencemos por la mejor. Ya se hacer chocolate al estilo español. ¿Vamos con una noticia un poco más amarga?
- No me puedo creer que me hayas llamado para decirme esa tontería.
- A llegado el director del Museo anoche y.....créeme, lo que te voy a decir no es divertido.
- Suéltalo ya.
- Creo que debes regresar a Londres. El director ha prohibido la entrada a la sala de la momia a toda persona. Sólo él y un tal Fathi entran cada día. Lo que sí sé es que han quitado las vendas. Han desnudado a tu momia.
- ¿Qué han hecho qué? Ben, esa broma no tiene gracia, en serio te digo que...
- No es una broma. Tienes que venir. Además, Christine me ha dicho que la sustancia que le dimos a analizar era exactamente lo que yo dije. Un producto creado con semillas y procedente de Grecia, pero no es el utilizado para evitar el embarazo, es el que evita el aborto. La época es lo que no coincide con la que data la momia. Según Christine la sustancia fue incluida en el cuerpo muchos siglos después. Data del siglo I a.C
- ¿Del siglo I a.C? Un momento, ¿data de la época ptolemaica?
- Esa sustancia procede de Grecia, ¿recuerdas?
No se podía creer lo de Fathi y el director del Museo. Al final, no era alemán como había dicho Raúl, el que estaba con Fathi en Egipto, era inglés. Sin pensárselo dos veces, Ariadna telefoneó a Raúl, aunque lo que escuchó no le alegró. El también egiptólogo ya sabía de quién se trataba aquel europeo que negociaba con Fathi. El director del Museo Británico tenía algo entre manos con el responsable de antigüedades egipcias y, al parecer, era algo relacionado con la momia. Raúl estaba escondido en casa de uno de los familiares de Sir Wilord, el cónsul inglés en Egipto, porque había descubierto en un recipiente encontrado en Tell el-Amarna un cartucho de 'Reflejo de la Bella' y a su lado un dibujo donde se veía al faraón y a la reina sentados en el trono. Aquella no era Nefertiti, ni el faraón se parecía a las demás representaciones de Akhenatón, más bien parecían un niño y una niña sentados en el trono.
- ¿Un niño? ¿Un niño en Amarna? Raúl, es Tut, era niño cuando subió al trono.
- ¿Y ella?
- ¿Ella? Reflejo de la Bella, tu mismo lo estás diciendo. No me puedo creer...
- Ariadna. Tengo que dejar de ayudarte. Es todo lo que pude hacer. Fathi me ha traicionado. Él y el director del museo están en contra de que se conozca la verdadera identidad de la momia. Temen que sea Reflejo de la Bella.
- ¿Cómo? ¿Por qué?
- De tratarse de una de las esposas de Tut, de estar embarazada.....podría haber sido la heredera al trono de Egipto, y no Smenjara, como sucedió. Ella como regente o su hijo. Puede ser que Nefertiti la hubiese eliminado para quedarse ella en el trono de Egipto.
- Eso es imposible. El papiro dice que no será como su madre, rey del Alto y Bajo Egipto. Nefertiti se erigió como rey. A la muerte de Reflejo de la Bella, Nefertiti ya había ocupado el trono.
- Regresa junto a la momia. Fathi y el director del museo están en camino.
- No. Ya han llegado.
Los nervios recorrían el cuerpo de Ariadna en todas direcciones, como impulsados por el compás de una darbuka golpeada con fuerza cuyo ritmo era imposible de seguir. Ni siquiera el shimmi lograba tranquilizar a la joven mientras hacía su maleta y sacaba un billete de vuelta a Londres. El tiempo justo para llegar al museo de Berlín a la hora de su apertura. Tenía que llevarse el papiro, tenía que leerlo delante de la momia y asegurarse que se trataba de la misma mujer: 'Reflejo de la Bella' y el cuerpo momificado. Carmen, a la que le faltaban unos meses para irse de viaje y no volver al trabajo tal y como le había prometido a sus sobrinos, la única familia que le quedaba, no necesitó muchas explicaciones para entender qué pasaba. Por eso, extrajo el papiro de su archivador, lo guardó con cuidado en un frasco, enroscado para que no se estropeara, y se lo entregó a la joven, con la condición que se pusiera en contacto con ella cuando descubriera todo lo relacionado con 'Reflejo de la Bella'. Cuando Ariadna se disponía a salir, Carmen la cogió del brazo,
- El vientre. En el vientre de 'Reflejo de la Bella' está la explicación. Lo dice el papiro, casi al final.
Ariadna sacó la traducción que había hecho días atrás del papiro y leyó en voz alta:
'Los dioses alimentan tu vientre. Él te ha sentado en el trono, él te guiará en el juicio final.'
- No lo entiendo.
- Fíjate en el papiro. Tras esa frase está la palabra 'mdu nrt'
- Palabra - dijeron ambas a la vez
- Examina el vientre de tu momia.
Todo coincidía. La importancia del vientre en el papiro, la alusión a que 'Reflejo de la Bella' estuviese embarazada, la época en la que datan la momia y el papiro. Los nervios cada vez eran mayores, pero, ¿por qué Fathi y el director del museo querían evitar que se descubriese la identidad de Reflejo de la Bella? ¿Quién y por qué colocó en la mano de la momia una sustancia griega siglos después de la muerte de la mujer?¿Quién era Reflejo de la Bella y por qué la habían borrado de la historia?¿Estarían los razonamientos de Raúl en lo correcto?

domingo, 18 de mayo de 2008

Espeso ChOcOlate IX

Cuando Ariadna levantó la cabeza para mirar el reloj, ya habían pasado más de siete horas. Durante la mañana, Carmen sólo se había acercado a la joven española para acercarle una taza de leche caliente con un sandwich, sin mediar palabra para no interrumpirla en su tarea.


Después de tantas horas con la mirada fija en aquel papiro y en los libros sobre los que se apoyaba para que su traducción fuera lo más fiable posible, Ariadna mostraba una mirada cansada, con sus ojos rojos y llorosos.

- Muchas gracias por su atención.


Había pasado tantas horas sobre aquel papiro que incluso le costaba separarse de él a la hora de devolvérselo a Carmen. La mujer, con una sonrisa en el rostro, no se interesó por las primeras conclusiones que Ariadna había sacado del papiro, como ella pensaba que haría. La veterana trabajadora del museo sólo se limitó a sonreir y prometer a la joven que a primera hora del día siguiente encontraría el papiro a su disposición de nuevo para hacer una segunda lectura si así lo necesitaba.


Aquella noche, Ariadna estuvo pensando en la conversación que había tenido con Carmen acerca del 'Reflejo de la Bella' y también sobre lo que decía aquel papiro. Las palabras se cruzaban en la cabeza de la joven que antes de tumbarse sobre la cama para pensar en todo ello decidió llamar a Raúl.

- ¿Alguna novedad por Egipto?

- Todo igual. No he encontrado nada y tampoco he podido hablar de nuevo con Gereh Fathi porque al parecer estos días tiene una visita inesperada que tiene que atender. Parece urgente.

- ¿De quién se trata? - se interesó Ariadna.

- No lo sé con certeza, pero por lo que he podido saber se trata de un europeo relacionado con la historia de Egipto.

- ¿Ni siquiera sabes de qué país europeo procede ese hombre?

- Lo mantienen en demasiado secreto, como suelen hacer cuando va a salir de Egipto alguna colección o pieza. No obstante, los trabajadores más cercanos a Fathi dicen que el invitado procede de Alemania, ¿conoces a alguien por ahí que pueda estar estos días en Egipto?

- Ahora mismo no, pero aprovechando que estoy aquí mañana le preguntaré a Carmen. A ver si ella sabe algo.


Ariadna le contó a Raúl todo lo que había sucedido aquella mañana en el museo egipcio de Berlín. Le habló de Carmen y de todos sus conocimientos sobre aquel papiro y de la mujer misteriosa. Sin duda alguna, para Ariadna de no tratarse de su momia, tras conocer la identidad de ésta después intentaría seguir la pista a la mujer de la que hablaba el papiro.


'El reflejo de la Bella', la que lleva en si la magia de la naturaleza, los rasgos del viento, la luminosidad de Ra. Así decía un fragmento del papiro en donde también se la nombraba como 'Señora de las señoras del faraón', de ahí que muchos opinaran que se tratara de Nefertiti y así le parecía también a Ariadna después de leer el papiro.

- No puede ser Nefertiti. Tiene que ser otra mujer, aquel egipcio me contó que existió una mujer en la corte del Akhenatón que fue eliminada de todo documento porque resultaba ser un peligro para personas importantes de la época.


- ¿Podría tratase de Kiya? - interrumpió de repente Ariadna - Se conocen datos sobre los celos que Nefertiti le tenía y también debido al peligro que mostraba para que ella accediera al trono. Recuerda que Kiya era la segunda mujer del faraón, y aún no se ha encontrado su momia.

- Pero cuando Kiya murió tenía más de 19 años, y nuestra momia según los estudios del cabello tenía esa edad cuando falleció, ¿o no? - preguntó Raúl

- Sí. Eso me dijeron en el hospital. Por cierto, ahora están analizando un masa parecida a un grano de café que hemos encontrado el puño derecho de la momia. Podría tratarse de una sustancia utilizada por los griegos para evitar el embarazo. ¿Crees que los egipcios utilizaban métodos de otros países teniendo los suyos propios?

- Es muy probable. Te recuerdo que Akhenaton rompió con todo lo anteriormente conocido y era reacio a ello, por eso también es probable que prefiriera acudir a métodos extranjeros que a los de Egipto. Aunque.....piensa. La religión que implantó Akhenaton creía en el dios Aton como la fuerza máxima, capaz incluso de curar toda enfermedad. Por eso durante su reinado no hubo avances en la medicina egipcia.

-Sí, es cierto. No había pensado en ello. A veces creo que estar tan alejada de Egipto y con tantas cosas inesperadas que encuentro cada día respecto a la momia o a 'Reflejo de la Bella' me roba conocimientos o me los oculta. Es como si perdiera facultades.

-No te desesperes, Ariadna. Es normal que haya detalles en los que no pienses. Tienes muchas ideas rebotando en tu cabeza que requieren toda tu atención. Pero, bueno, para eso estoy yo, no?

- Supongo que sí.

La conversación continuó sacando deliberaciones sobre lo que Ariadna había entendido en su primera lectura del papiro. 'Reflejo de la Bella' según aquellos jeroglíficos había sido alguien muy próxima a la corte del faraón. Una mujer muy bella y atenta también en el cuidado de su estética, ya que había un fragmento en la que se narraba un episodio de la vida de aquella mujer donde se maquillaba sin necesidad de otras mujeres que lo hicieran por ella. Muchas veces, aunque las señoras de alta cuna no necesitaban maquillarse a si mismas porque tenían a su alrededor un séquito de damas encargadas de atender todas sus necesidades, los escribas redactaban lo que a su entender eran hazañas para ellas. El mostrar a una mujer de la corte preparando su maquillaje y pelucas por sí misma, la comparaba con la independencia y la capacidad de los dioses al ser autosuficiente. Sin embargo, había un párrafo al que Ariadna no acabada de comprender del todo:

' Tú que eres fruto de tu madre Geb, nutrida por su hermano Nut, no permitas que se apague tu Ka ante Osiris. La belleza que los dioses te han regalado ha restado la fuerza de tu cuerpo. No fuiste fuente. Que la Barca Sagrada navegue ahora segura y os guíe eternamente'

'No fuiste fuente'. ¿A qué se refería aquella frase? ¿Acaso la había entendido mal? Además, en su primera lectura no había encontrado ni un mínimo detalle acerca de la muerte de 'Reflejo de la Bella', ¿cómo era posible? El camino continuaba en el punto de partida, pero como en toda carrera, Ariadna conservaba las mismas esperanzas de encontrar algo más en aquel papiro en su segunda lectura. Tumbada en su cama, con los ojos cerrados para encontrar el sueño que se esfumaba entre sus pensamientos, Ariadna repetía una y otra vez la misma frase buscando un sentido a aquellas palabras. Hasta que el cansancio venció a la voluntad.

Al día siguiente, temprano, Ariadna se dirigió al museo de Berlín. Allí estaba Carmen, sentada en las escaleras que sirven de entrada a la sala de documentación. Faltaban todavía diez minutos para poder abrirla y ambas miraban pensativas a un horizonte perdido en la nada. al sonido de las 9,00 en el viejo reloj de péndulo que descansaba sus años ya innumerables a los pies de las escaleras, Carmen se levantó como si nada, rebuscó las llaves con paciencia en su bolso de cuero y abrió la puerta de acceso a la sala de documentación.

-Supongo que vendrás por el papiro -preguntó - Toma asiento donde quieras. Te lo acerco en un momento

Ariadna contestó con un leve movimiento de cabeza y se sentó en la misma mesa individual que había ocupado el día anterior. El papiro seguía intacto, como si los años no hubiesen pasado por él. Bajo el plástico que lo protegía, los símbolos reposaban tranquilos, inalterables en el tiempo, pero con vida para los ojos de Ariadna. Cada vez que miraba los jeroglíficos, había algo que la llevaba siempre a parar en aquella frase a las que tantas vueltas le había dado la noche pasada. La volvió a escribir en su libreta, esta vez en caligrafía latina y con los símbolos egipcios para volver a repasarla en cualquier momento, y continuó leyendo hasta que llegó a una frase que la impactó.

'Tu aliento no volverá a remover las malas arenas del desierto, tu boca no beberá de las tranquilas aguas del Nilo y tu belleza no volverá a romper las tierras. No será reflejo de tu madre, el único señor del Alto y Bajo Egipto'.

Espeso ChOcOlate VIII

Era febrero. El frío alemán era aún más afilado que el de Londres, pero la belleza que desprendía la estampa blanca de Berlín nevado lograba disuadir toda sensación de reproche a aquella ciudad. A la llegada del aeropuerto, Ariadna encendió su móvil y pronto sonó la música que anunciaba un mensaje. Era un aviso de llamada perdida desde el teléfono de Ben. Un mensaje posterior la informaba que la sustancia encontrada por John en el puño derecho de la momia ya estaba en el hospital universitario y allí Christine le haría ese mismo día todas las pruebas necesarias. En dos días o incluso menos sabrían con certeza de qué se trataba aquella especie de grano de café y a qué época pertenecía.


El aterrizaje había sido perfecto. Las noticias eran buenas desde Londres, Raúl hacía días que no llamaba por lo que suponía que en parte también era bueno, aunque sólo en parte. Berlín parecía una ciudad interesante para pasar unos días de descanso y más bajo la nieve que ahora cubría sus calles y los tejados de sus casas. Ariadna esperaba estar allí una semana como mucho y por eso había pedido como favor a la señora Mirley que le pidiese una habitación en el B&B de una amiga suya. Al parecer muchos ingleses eligen Berlín para pasar unos días de vacaciones y por ese motivo la red de hostales de B&B de Inglaterra y Alemania compartían amistad y negocios.
El B&B alemán se encontraba muy próximo al centro de la ciudad y también a la conocida como Isla de los Museos en Berlin Mitte, donde desde el año 2005 se trasladó el museo egipcio de esta ciudad. Ariadna tenía la planificación de sus días en Alemania muy claro. Llegaría al B&B para presentarse y dejar su equipaje en la habitación, y después se iría al Museo Egipcio de Berlín para comenzar a estudiar aquel papiro.
La joven se había interesado en el estudio de la escritura del Antiguo Egipto desde su segundo año en las excavaciones en el país de los faraones. La presencia de textos en jeroglífico presentes en todos los templos, palacios y tumbas de las milenarias dinastías egipcias, incluso en algunos objetos que se encontraban en las excavaciones, habían sido el motivo principal por el que Arianda se había sentido atraída por aquellos símbolos extraños que revelaban los secretos de la historia. Su interés por los jeroglíficos y su facilidad para aprender en poco tiempo todo lo relacionado con Egipto la habían favorecido en más de una ocasión en su trabajo porque permitía que ella sola pudiera analizar un objeto o un resto arqueológico por si misma, sin necesidad de contratar a un experto en lengua egipcia antigua para descifrar los textos.
El permiso que le había firmado el consulado inglés en su salida del Cairo para realizar su estudio sobre la momia de Londres le permitía acceder sin ningún problema a todas las instituciones relacionadas con la conservación de la historia, y en especial con aquellas que velaban por los restos del Antiguo Egipto. Con él pudo entrar al museo de Berlín donde se encontraba el famoso papiro que hablaba de la que llamaban el 'Reflejo de la Bella', la misma que podía estar momificada bajo las vendas que tanto había estudiado en el cuerpo conservado en Londres. La sala donde ser conservaban todos los papiros estaba velada por una joven estudiante en historia del arte y por otra mujer mayor cuyo rostro reflejaba el paso de los años, bañados en leyendas y en datos verídicos de todos aquellos monumentos que se conservaban en el museo.
Carmen. Tal y como en castellano, era el nombre de aquella mujer. De estatura más bien pequeña, con su pelo canoso ondulado y siempre recogido en un moño alto muy bien colocado, su permanente sonrisa y el dulce tono de su voz la convertía en una señora entrañable. Parecía la abuela del museo de Berlín, siempre dispuesta a ayudar a todo aquel que necesitase su ayuda y acercando a los más pequeños la historia que tan aburrida aparece en sus libros de texto, como una aventura en la que ellos mismos podían participar.
La expresión en el rostro de Carmen cuando Ariadna mostró su acreditación era la misma que la de una niña cuando recibe algo que espera desde hace tiempo. Casi sin tiempo para presentaciones, Carmen guió a la joven arqueóloga por los largos pasillos donde se conservan los papiros del antiguo Egipto y otros textos antiguos. Las altas estanterías del Museo Egipcio de Berlín asombraban a todo aquel que se atraviese a indagar en sus entrañas. Los pasillos se cruzaban configurando un laberinto de caminos estrechos donde los libros, carpetas y demás archivos parecían avalanzarse ante el caminante, aunque en realidad se mostraban tranquilos y a la espera que una mano amiga los tomase prestados para hojearlos en pleno siglo XXI. Ante tal espectáculos de estanterías, Ariadna se había perdido en la conversación que Carmen protagonizaba en un monólogo acerca de su emoción porque aquel momento hubiese llegado.
Las horas que Carmen pasaba en aquel museo desde hacía más de cuarenta años había hecho nacer en su interior el interés por la historia y, en especial, por aquella desconocida 'Reflejo de la Bella'. Pronunciar aquel nombre había sido el timbre que devolvió a Ariadna a la conversación. Atenta a las palabras de la viaje conservadora del museo de Berlín, la joven conoció más detalles que desconocía de aquella misteriosa mujer del antiguo Egipto. Carmen era de las que opinaba que se trataba de una esposa del faraón Akhenaton que por motivos desconocidos la habían borrado de la historia, olvidándose de borrar el papiro que ahora se conservaba en Berlín.
- El nombre correcto, sin embargo, y el status que tenía en la corte del faraón Hereje no se conocen. - Afirmó Carmen
- Parece muy conocedora del tema de la mujer 'Reflejo de la bella'. - Continuó la conversación Ariadna.
- Bueno, no me gusta que se me vea como una experta en algo que no lo soy, pero tantos años rodeada de todos estos textos e historias, una se va empapando un poco de ello. Yo soy como esas esponjas que dejan penetrar el agua por todos su agujeros y después, por mucho que las aprietes siempre les queda algo de agua en su interior. A mi edad, la cabeza me falla muchas veces pero, casualmente, sólo me falla cuando se trata de recordar algo del presente. Lo que me pasó o aprendí hace años sigue tan intacto en mi memoria como el primer día que sucedió.
Por como hablaba Carmen del antiguo Egipto y de 'Reflejo de la Bella', Ariadna no tenía ningún motivo para dudar de las palabras de la mujer. La seguridad que transmitían sus conversaciones sobre la misteriosa mujer egipcia que podía ser su momia de Londres, hizo que inmediatamente Ariadna confiara en Carmen.
- Cada vez que hecho un vistazo al papiro encuentro más detalles que me demuestran que 'El reflejo de la bella' no se corresponde con otro nombre por el que se conocía a Nefertiti, como insisten en afirmar algunos. Pero no quiero que mis pensamientos influyan en sus estudios, joven. Mejor lea usted misma el papiro y saque conclusiones por sí misma.
Carmen depositó con cuidado el papiro sobre las manos de Ariadna. En una mesa próxima a la entrada del laberinto de pasillos y cercana también a la mesa de Carmen, la joven española tomó asiento, encendió la lámpara de su parcela individual y con su libreta de apuntes al lado, comenzó a descifrar aquel papiro.

sábado, 10 de mayo de 2008

Espeso ChOcOlate VII


La expresión en la cara de Ariadna era muy diferente antes de la llamada de Raúl. No era difícil adivinar que la conversación telefónica no traía muy buenas noticias para la joven y Ben así lo entendió.
- Si te puedo ayudar en algo.....
- Gracias, Ben. Pero no puedes, debo hacerlo yo sola.

- ¿La momia?

- Sí. Tengo que seguir mis investigaciones en Berlín. Dicen que allí, en el museo, podría encontrar más pistas sobre la identidad de la momia. Realmente es un caso que me está llevando más tiempo del que pensaba. Apenas hay indicios de quién pueda ser, y cada vez que encuentro algo nuevo me aleja de las posibles soluciones que me dan las anteriores pistas. No sé. Está todo difuso. Los antiguos egipcios eran muy meticulosos con el proceso de momificación, pero no tanto como para ocultar el nombre de la persona fallecida, porque en el más allá se tenía que presentar a Osiris tal y como se la conocía en la tierra. No lo entiendo.

Era la primera vez que Ariadna contaba tantos detalles de su investigación y sus pensamientos. Por fin la joven confiaba, aunque fuese un poco, en Ben. Su investigación no era tan secreta y quizás el pudiera ayudarla en algo, al fin y al cabo, había estudiado historia antigua.
- ¿Qué tal si vamos a la cocina y me enseñas a hacer un buen chocolate antes de irte a Berlín? - dijo Ben para rescatar a Ariadna de su mundo interior, donde sólo giraban sus planes para actuar los próximos días.
- No. Mejor acompáñame al museo. Quiero presentarte a la momia y aunque ya esté cerrado, tengo permiso para entrar cuando quiera.

Aquella invitación sí que era una sorpresa. No sólo le contaba los detalles de la investigación sino que ahora también quería mostrarle el cuerpo momificado. Tan rápido como pudo, Ben dio alguna orden a Mery por si no llegaba para el cierre de la cafetería, cogió su cazadora y salió con Ariadna. De camino al museo la conversación se centró en la investigación y el antiguo Egipto, por lo que sólo hablaba Ariadna que, pensando en alto para ver si así veía algo que aún no había sido capaz de observar en todo aquello, ponía al tanto de todo lo sucedido en sus estudios a Ben.

La fachada principal del Museo Británico imponía aún más sobre la luz de los focos que despertaban a sus pies llegada la noche. Ben nunca se cansaba de admirar aquella entrada simulando los antiguos templos greco-romanos, con su blanco infranqueable, su perfección en las columnas y formas, las estatuas del friso. Sin duda el que había realizado aquella fachada era buen conocedor de la arquitectura del mundo clásico. Ariadna se dio cuenta de la admiración de Ben por aquella fachada.
- Esto es de lo tuyo, ¿no? Lo que a mi me apasiona está dentro. ¿Vamos?

Ariadna accedía al museo tan sólo pasando una tarjeta por un láser instalado en una de las puertas laterales del museo, después se identificaba en la sala de control al cuerpo de seguridad y ya podía pasear por los largos pasillos y las salas repletas de retazos de la historia mundial.
- Vamos, más tarde paramos en las salas de Grecia para que seas tu el maestro de historia.

La española caminaba más rápido por las salas mientras Ben paseaba mirando con asombro a su alrededor. Aquellos pasillos se los sabía de memoria, había pasado allí muchos días mientras estudiaba, pero las galerías del museo nunca le habían causado aquella sensación de asombro y también temor. Apenas a oscuras, era como si las estatuas, la historia recobrara vida e inmóbiles les siguieran con la mirada. Arianda continuaba caminando y sin dejar de hablar sobre aquel tal 'Reflejo de la bella'.

Por fin llegaron a la sala donde permanecía el cuerpo. La puerta estaba abierta y del interior salía luz. Ariadna se paró en seco, el gesto de su rostro se endureció y haciendo un gesto con su dedo índice sobre sus labios ordenó silencio a Ben. Empujó suavemente la puerta que como si de una película de suspende se tratase, poco a poco dejaba ver la silueta del intruso en aquella sala.
- Vigilar no significa entrar a husmear en lo que nadie le llama, John.
El vigilante que había prestado su ayuda a Ariadna se encontraba mirando la momia, estático, como hipnotizado. Hasta que las palabras de la arqueóloga le hicieron despertar de su adoración.
- Señorita, yo....yo......
- Usted está donde no tiene que estar.

- Déjeme que me explique. Yo.......en director del museo.....

- ¿El qué? ¿El director ha vuelto y a mi no se me ha avisado?

- No, señorita. El director no ha vuelto, sólo ha llamado interesándose por sus investigaciones y preguntando si usted ya había encontrado....bueno, si usted ya había averiguado algo de su momia.

Los nervios hacían dudar a John en todas sus palabras y Ariadna lo notaba. Aprovechándose de ello, la joven continuaba interrogando al guarda de seguridad mientras se acercaba a él.
- ¿Si ya había encontrado el qué? ¿Qué es lo que debo encontrar que sepa el director de este museo y aun no me haya dicho, John?

- Nada, señorita. Sólo conocer la identidad de la momia.
A John le sudaban las manos e intentaba secárselas con el dedo pulgar, o tal vez apretar con fuerza lo que escondía en su mano derecha. Mientras Ariadna estaba casi encima del vigilante, Ben le ordenó que mostraba lo que escondía en su mano
- ¿En mi mano? Nada, nada, ¿qué voy a esconder? Sólo es....sólo es un grano de café que encontré en la sala de seguridad, nada más, ¿qué va a ser?

- ¿Un grano de café?

Sin saber porqué, la mirada de Ariadna se dirigió a las manos de la momia. Los brazos mostraban una parte de venda diferente a la utilizada en el resto del cuerpo, y la mano derecha, la que se posaba sobre el lugar donde estaría el corazón, estaba abierta. Sin quitar la vista de aquella escena, Ariadna dijo:
- Ahora mismo, John, me vas a contar lo que está pasando aquí. Me vas a decir por qué has entrado a la sala, has quitado la venda original en los brazos de la momia, has abierto la mano derecha y luego la has vuelto a vendar, mal! Y me vas a decir también dónde has puesto el supuesto escarabajo que debía estar dentro del puño derecho de la momia y me vas a explicar qué es eso del grano del café porque no he creído nada de tu primera versión de la historia.
-¿Un escarabajo? ¿Dónde? No había ningún escarabajo en la mano de la momia, sólo el grano del café. Pero yo lo he hecho porque eran órdenes, órdenes del director del museo.
Ariadna se dio media vuelta, miró fijamente al hombre de seguridad y volvió a acercarse a él con violencia.


- ¿Me estás tomando el pelo? Dime la verdad, John. Esto es muy serio, no ganáis nada obstaculizando la investigación, excepto pagarme a mi más dinero y aunque no te lo creas prefiero ser pobre y mimar la historia, lo poco que nos queda de la historia, que ser rica y una destructora. Dime todo lo que sepas.

Las palabras de John, con lágrimas en los ojos, lograron convencer a Ben que veía en su compatriota el miedo de ser expulsado de su único empleo y el arrepentimiento de haber perjudicado el trabajo de la joven arqueóloga. Según relató el guarda de seguridad, el director del museo conocía algo de la momia que no le quiso decir y sólo le ordenó que examinara su puño derecho por si existiera un grano de café, de ser así, John tenía que extraerlo y hacérselo llegar al Cairo. Fiel a las órdenes de su superior, John había seguido las instrucciones del director del museo, pero horas más tarde se había arrepentido y se disponía a volver a poner el grano de café donde lo había encontrado, cuando entraron los jóvenes a la sala.
- Lo único que me dijo el director fue que debía hacer lo que me ordenaba para mantener la historia tal y como los antiguos habían querido escribirla.

Ben y Ariadna no sabía muy bien cómo actuar ni que hacer. Las declaraciones de John que se arrepentía y lloraba sentado en aquella silla a los pies de la momia, a la que ahora ni siquiera se atrevía a mirar, turbaban los pensamientos de Ariadna que no sabía muy bien qué hacer. Tenía que ir a Berlín para averiguar más sobre Reflejo de la Bella en el único papiro que hablaba de ella, pero no podía dejar el cuerpo en el museo, donde su director pretendía perjudicar las investigaciones. Ben también le daba vueltas al asunto, ahora también él se veía involucrado en la situación y en el problema que se le planteaba a Ariadna.

Y en aquella sala, donde la momia seguía sumergida en el áurea de tranquilidad que parecía protegerla de todo mal, donde los sollozos de John se repetían en el eco de la noche, las miradas afiladas de Ariadna se dirigían al hombre de seguridad del museo y las dulces a su momia, Ben sentía cómo volvía a abrirse la puerta de su pasado, la misma que le devolvía a sus días de facultad rodeado de historia, leyendas urbanas de periodos pasados e investigaciones de aquellos que soñaban con convertirse en Indiana Jones. Ahora él tenía la oportunidad de hacerlo, pero sus impulsos para involucrarse en aquella historia eran más producidos por los sentimientos que tenía por Ariadna que por llegar a ser alguien en el mundo de la arqueología.
- Es imposible que sea café, porque en aquella época el café era conocido por Europa, ni tampoco creo que lo conocieran en Egipto. -Comenzó a decir Ben para romper aquel silencio que irrumpía la estancia como un gran bloque de iceberg.

John levantó la cabeza de sus rodillas y se quedó mirando a Ariadna que se había girado hacia Ben.
- No había café, pero en Grecia, por ejemplo, los sacerdotes solían hacer pociones con muchos granos. Granos de trigo, de mirto, de todo tipo de plantas que lograban, mezclados con otras sustancias, bajar la fiebre o subirla provocando delirios. No sé. Desde tiempos muy lejanos, se conoce la importancia del comercio marítimo entre los países del Mediterráneo, puede que a la ciudad donde vivió esta mujer en Egipto llegaran esas pociones con sus granos. Puedo repasar mis apuntes de religión y métodos sanitarios en Grecia.

- Puede que no coincidan con el año del que data nuestra momia, Ben. Aunque todo sería mirarlo.

- Puedo comenzar mañana mismo, y si se me permite, puedo hacerlo aquí, y así vigilo la sala y que nada le suceda a la momia durante tu estancia en Berlín. Además... - Ben tenía en su mano el grano de café y lo observaba con detenimiento. - Más que un grano de café esto me parece una masa compacta unida con alguna sustancia y simula un grano de café, aunque no tiene la textura tan suave como los granos de café, y parece más ancha de lo normal para ser un grano de café. Podría ser......sí, puede que se trate de una de esa especie de pastillas que los curanderos hacían en la Grecia clásica para evitar los embarazos en prostitutas.

- ¿Métodos anticonceptivos en la mano de la momia? ¿Métodos anticonceptivo griegos en Egipto, la tierra de la medicina? Ben, no es por contrariarte, pero me parece imposible que los egipcios eligieran un método extranjero antes que los propios.

- ¿Y si alguien se lo hubiese colocado en otra época, posterior a la muerte de la momia?

La pregunta de John que parecía recuperar su serenidad hizo reflexionar a los dos jóvenes que se vieron descubiertos por los primeros rayos de luz de la mañana. Ben guardó aquel grano de café o lo que fuera en una de las bolsas que tenía Ariadna para conservar todo lo que extraía de la momia. Aquella misma mañana, Ben lo llevaría a examinar al hospital universitario para conocer de qué se trataba exactamente y a qué época pertenecía. Ariadna se fue al b&b de la señora Mirley, sacó un billete para el próximo vuelo a Berlín, se dio una ducha y se fue al aeropuerto, a la hora de comer ya podía estar buscando el papiro del Reflejo de la Bella en el museo alemán. Y John, después de todo lo sucedido, dejó sobre la mesa del despacho del director del museo británico su carta de dimisión. También él prefería cobrar menos y mimar a la historia.

martes, 6 de mayo de 2008

Akenatón podía ser hemafrodita

RAAIDA MANNAA
MADRID.-
A pesar de no haber sido el más varonil de los faraones, al poseer formas claramente femeninas, Akenaton tuvo al menos media docena de hijos. La combinación de rasgos masculinos y femeninos que aparecen en las estatuas y relieves de Akenaton, esposo de Nefertiti y padre de Tutankamon, revela que pudo haber sido hermafrodita, pues tenía curvas de mujer pese a que sus órganos reproductores eran los de un hombre. Así lo han afirmado un grupo de investigadores estadounidenses.


Irwin Braverman, investigador médico de la Universidad de Yale, ha defendido esta audaz tesis preparada para la conferencia anual sobre la muerte de personajes históricos que tiene lugar en la Escuela de Medicina de la Universidad de Maryland, tras haber analizado la morfología de las figuras del faraón.


Aunque el hermafroditismo es compatible con los rasgos físicos y faciales que se observan en las representaciones de Akenaton, Braverman y su equipo no tienen ninguna prueba directa que avale su teoría. Para ello necesitarían que las autoridades arqueológicas egipcias confirmaran cuál es la tumba del afeminado faraón y que les dejaran estudiar los restos de ADN que quedaran en ella.


Según los investigadores, la forma femenina de Akenaton se debía a una mutación genética que causó que su cuerpo convirtiera más hormonas masculinas de las necesarias en hormonas femeninas. Además, se supone que la cabeza del faraón era deforme por una enfermedad que produce que los huesos del cráneo culminen su desarrollo a temprana edad.


El faraón tenía "un aspecto andrógino. A pesar de poseer un físico femenino con amplias caderas y pechos, era hombre y era muy fértil, tanto que llegó a tener más de seis hijos, entre ellos Tutankamon" explica Braveman, quien utilizó estatuas y talladuras para completar sus estudios de Akenaton.


Braverman, especialista en estudiar la salud de los individuos a partir de sus retratos y representaciones, imparte clases en la facultad de Medicina de Yale utilizando obras del Centro para el Arte Británico, con las que enseña habilidades de observación a estudiantes de primer año.


Por su parte, el egiptólogo Donald B. Redford, ha afirmado que Akenaton pudo haber sufrido el síndrome de Marfan, un desorden genético que se caracteriza por producir formas alargadas, incluyendo en los dedos y en el rostro.


"Aunque esto es posible, aún es una teoría muy subjetiva" ha declarado el profesor de estudios mediterráneos de la Universidad Penn State a la cadena
Fox News.

Además de ser el esposo de Nefertiti y el posible padre de Tutankamon, Akenaton es conocido por introducir una innovadora forma de monoteísmo en el antiguo Egipto, donde reinó a mediados del 1.300 a.C.


Fuente: El Mundo

domingo, 4 de mayo de 2008

Página en blanco

La página seguía en blanco. Sin vitalidad, los pétalos de las radiantes margaritas que hacía unos días miraban al patio desde su ventana, se desprendían briagados por el aire que los balanceaba hasta posarlos en alguna parte del escritorio. Fuera, la pasividad era constante.

Parecía un pueblo fantasma. Siempre vacío. Impasible a la llegada de la noche en las primeras horas de la tarde que lanzaba sobre los verdes jardines de la mañana un manto negro cargado de misterio y miedos. La visión no era el escenario adecuado para escribir una tesis doctoral. Ni siquiera unas cuantas líneas en cualquier papel con destino el buzón de una amistad lejana.
Pensar en los seres queridos le anudaba los nervios en la garganta impidiendo el limpio paso de la respiración. Entonces encendía la radio. Por su pequeño altavoz salían palabras irreconocibles para una mente extranjera y transportada en la nada a su país natal, afuera tan sólo se escuchaba la converación de algunos vecinos de habitación que regresaban al campus, quizás, después de haberse bebido un par de litros de cerveza para entrar en calor, para ahogar las penas y nostalgias o puede que para ser capaces de hablar en un idioma sin miedo a quedarse en blanco en medio de una explicación. El alcohol en aquel ambiente siempre ayudaba a hacer amigos de barra y noche.
El día era tranquilo. La noche anterior dejaba aún su rastro en habitaciones salteadas en los largos pasillos azules donde se podía oir el diálogo de alguna película, los sollozos de jóvenes arrepentidos de sus veladas nocturnas, los cotilleos pícaros de ojos invisibles pero atentos desde la sombra de algún bar. En alguna otra habitación, como en la suya, los pensamientos volaban en libertad y silencio hacia otras personas y lugares.
Allí estaban todos. Congelados en el tiempo, sin volumen y bailando en el corcho de una pequeña habitación. Cada una de aquellas fotografías le acercaba el calor de su tierra, las voces de los suyos conservadas en el baúl de su memoria, los escenarios que se manifestaban con su ambiente y alboroto.
- Ahora, ahora. Hazle la foto antes de que se de cuenta. Rápido!que ya van a sacar la falta. / Frío, lluvia y viento...
Sí. Aquella tarde el viento agitaba a todo valiente que se paseara por las calles, el frío amenazaba con penetrar hasta lo más profundo del ser, y la lluvia regaba los jardines que la tarde anterior habían acogido la fiesta de los estudiantes españoles. De fondo no se oían los cánticos de ninguna afición, pese a que el estadio de fútbol de club local quedaba próximo al campus. Eran canciones conocidas, el menos la melodía. Músicas que como ecos lejanos acercaban las letras que tantas y tantas veces había coreado a su equipo, en España,pero lanzadas a un equipo inglés y de las que apenas lograba identificar la letra. Era lo que menos importaba porque en su cabeza resonaban los himnos cantados en su grada, la de su estadio, las que iban a su equipo. Las mismas que su afición cantaba aquel día de partido en el que logró aquella foto que ahora compartía pared con el retrato de sus amigas de colegio.
-¿En serio dices que te vas a vivir con él?
- !Pero si sólo lleváis un año!
- De verdad te lo decimos. Te vas a acabar arrepintiendo. ¿No ves que nos queda mucha vida que disfrutar solteras por delante?
- La decisión está tomada.
Y de aquello ya pasaban cuatro años. La más pequeña del grupo, la que nunca había querido comprometerse con nada ni con nadie porque, como ella misma decía, 'me canso de todo y de nada a cada segundo' era la única con pareja estable. Tardaba en cansarse de ese trozo de su 'todo' y sonaban más cercanas las campanas de boda que las sirenas de ruptura. La más independiente del grupo era la primera en faltar a su palabra de adolescencia. No como ella, que desde la trágica pérdida de Omar se había prometido una y otra vez olvidarse de todo, pero eso era imposible.
Las flores en aquella curva de la carretera a Covadonga estaban presentes por él. No había mes, después de dos años del accidente que se había llevado la vida de Omar, que la madre no llevara un ramo fresco en la memoria del que había sido su único hijo. Tenía una mirada inolvidable y una carcajada contajiosa que lograba arrancar una sonrisa al más serio de la reunión. Si cerraba los ojos mirando la foto de Omar, todavía podía recordar el sonido de su risa, y ella misma sonreía antes de volver a abrir los ojos para mirar fijamente aquella fotografía colgada en el corcho de su habitación.
- Bájate de ahí, Omar. Te vas a caer y veo que terminamos en el hospital.
- ¿Qué vamos a acabar en dónde? Míra. Acércate. El agua está tan clara hoy que hasta se apetece tirarse aquí, aunque el golpe contra las rocas no debe de prestar mucho.
- No digas tonterías. Bájate de ahí que te vas a caer.
- Saca una foto. Ahora que viene.
La foto nunca hubiese quedado mejor con la espuma de la ola en su espalda, como anunciando su resurgir. Después de tantas risas y aventuras juntos, los meses posteriores a su muerte habían sido los más fríos y vacíos para ella. El brillo de sus ojos que a él tanto le gustaba se había ahogado entre las lágrimas y el miedo a la soledad le invadía por momentos, alejándola de toda relación social. Había decidido dejar una página en blanco, pasar hoja y comenzar un capítulo nuevo. Pero el recuerdo de Omar era ya imborrable, y el manto de la soledad cubría su vida cada vez que miraba aquellas fotografías.
La hoja sobre el escritorio seguía en blanco. Los sonidos de las demás fotografías se congelaron permitiendo entrar en la habitación un estricto silencio, las imágenes en ellas impresas era cubiertas por un velo aguoso creado por las lágimas que se acumulaban en sus ojos. Ni siquiera se veía una luz en el cielo negro que también lloraba aquella noche apagando la luz de las estrellas. Y en medio de todo aquello, el paso de la soledad volvía a posarse en sus hombros, invadiendo una pequeña habitación de un campus universitario lejos de todos los suyos.
La limpieza de la hoja que aún aguardaba sobre el escritorio se mostraba ahora como un obstáculo infranqueable y en su agonía crecía el miedo de tener que sentir cada día el frío de la soledad. No quería rellenar la novela de su vida de páginas en blanco. Un día más se propuso pasar página y comenzar un nuevo capítulo.